Textos publicados en los libros “Un derbi solidario”.
Aquel puente de la Constitución había llovido. Y sobre aquel partido había llovido mucha tinta. Era una hora rara y una jornada rara. La primera visita del Real Oviedo a Gijón, aplazada en su día por falta de acuerdos, de medidas de seguridad… Tristemente, hacían falta medidas de seguridad. Pero con todo, había que jugárselo al fútbol y tenía que ser aquel 6 de diciembre, a las cuatro menos cuarto de la tarde. Y por primera vez, el Real Oviedo jugó fuera de casa aquella temporada.
Aquel equipo, aquella plantilla de jóvenes hambrientos, veteranos rejuvenecidos por la pasión azul y emigrantes del fútbol que dejarían para siempre raíz en Oviedo, visitaba el campo de Santa Cruz. Desde que todo había echado a andar en la Morgal, con aquel grupo de chavales que seguían, a las órdenes de D. Antonio y Pedro Luis, nunca antes habían jugado sin la marea azul. Nunca antes habían faltado los mil o dos mil fieles que abarrotaron todos los campos anteriores. Allí, aquella tarde, en la que el sol apuntaba tras días de lluvia, solo quedaban trescientos.La afición oviedista es más que fiel, muy solidaria y habitualmente abnegada, pero decidió plantarse ante una subida de precios y por primera vez en el año que el club escapó de la tumba, no estaba mayoritariamente presente. Por primera vez aquella tarde narramos, con el Real Oviedo, con un ambiente de Tercera División. Los espectadores habituales de la categoría y los impenitentes carballones que no podían estar en otra parte que no fuera allí donde jugaba su equipo. Era una tarde fría, un partido raro, el primero fuera después de tres meses de Liga.
Llegamos pronto y fuimos viendo los movimientos. El equipo añoraba el calor habitual, pero no estaba dispuesto a dejarse nada. Había lesiones. Faltaba Aldeondo, y Cervero estaba con la selección Copa Regiones UEFA. Heridas recientes latían en el corazón del vestuario. No hacía mucho que nos faltaba Armandín. A todos. A los de dentro y a los de fuera. Casi nadie estaba a gusto allí, ni los que venían a molestar. Casi nadie quería que aquel trámite durase mucho.
El campo estaba muy blando, y el equipo algo espeso. A trompicones se llegaba y el árbitro no parecía estar dispuesto a mirar con atención lo que ocurría en el área. Había presión sobre el equipo, presión en el ambiente y en el banquillo. Rivas se fue a la caseta con roja. Demasiados nervios en un partido raro. Pero los que habían ido a reírse no acababan de poder hacerlo. Veían coraje en el campo y un equipo que en Tercera, seguía compitiendo con la cabeza alta y los pies metidos en el barro.
Marcó Recamán. Pinturero como pocos, una simpática gota en la historia oviedista. Y lo merecía, después de muchas lesiones. Lo celebró con rabia. Y Jandro perdió los nervios. El de Mieres. De la quinta de Cervero. De la plantilla de 2003. Legendario por naturaleza. Pero frío. No aguantó las citas a un amigo que desde el cielo también jugaba allí, por la izquierda, y sacó el dedo en una peineta. Aquel equipo era puro sentimiento, y hasta a Jandro le saltó el nervio en aquella tarde rara.
El Industrial acabó empatando y la mofa fue regular. No se atrevían a mucho. Habían tenido la ocasión de comprobar que la dignidad hecha club de fútbol vestía de azul. El Real Oviedo descendió de los altares, sí. Pero no rehuyó el barro y puso todo de su parte para salir de él. Una tarea todavía hoy casi incierta, pero abierta. Por las dosis de dignidad aportadas en campos como Santa Cruz en aquellos años oscuros o de gloria, de las dos maneras pueden verse, merecedora de la eternidad.
Aquella tarde en La Calzada el Real Oviedo jugó el primer partido de su nueva historia fuera de casa, sin el aliento de lo más fiel de su afición. Siempre recordaré aquella sensación rara. Faltaban tantos amigos de los que tres meses antes nos habíamos conocido a la puerta de un campo como aquel. Faltaban y no faltaban. Internet ardía y todos estaban pendientes de lo que ocurría a través de los teléfonos móviles o el boca a boca. Fue una tarde rara. Pero otra tarde de dignidad del Real Oviedo en su lucha por la supervivencia, y en su saber pasar por el peor infierno que un club de fútbol, o un equipo, hayan conocido. Una tarde tan rara como inolvidable.
Ángel Fernández
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