Textos publicados en los libros “Un derbi solidario”.
Una dolorosa lesión en el cartílago en la rodilla izquierda le hizo abandonar el fútbol con 32 años después de una carrera de once en el fútbol de primer nivel. Nada más lejos de su intención, porque Armando siempre había dicho que le gustaría jugar muchos años, ya que era lo que mejor sabía hacer. No pudo ser.
Nunca fue un jugador de excesiva calidad, la suficiente para cumplir con su lema «llegar y poner». Su forma de ser fue su forma de jugar: sencillez y efectividad, además de entrega sin condiciones. Eso le llevó a jugar diez temporadas en Primera y una en Segunda (para sacar al Atlético de Madrid del infierno). También tuvo una presencia, testimonial, pero presencia al fin y al cabo, en la selección nacional, con la que disputó dos partidos de la fase de clasificación para el Mundial 98 ante Malta. A menudo sigue bromeando al decir: «los partidos históricos de la Selección siempre fueron contra Malta: primero por el mítico 12-1 y luego porque contra ellos debuté yo».La historia de Armando Álvarez, nacido en la localidad francesa de Colmar, a la que sus padres emigraron en busca de trabajo desde Matachana (León), es un ejemplo para los jóvenes que quieren dedicarse al fútbol. Nunca fue el mejor de su equipo en las categorías inferiores, pero fue el que más lejos llegó. ¿Cómo?, muy fácil: porque quiso y se dedicó solo a lo que pasa en el campo. Ni siquiera de joven era de ídolos, era de entrenar, era de jugar, era de ver partidos y solo quedarse con lo que sucedía en el terreno de juego.
Llegó al Oviedo con 16 años del Fortuna de León, muchos técnicos del club se colgaron las medallas de haberlo traído al Oviedo, después de que triunfara. El ya fallecido «Pichito» fue su mayor defensor.
Con 18 años Armando, aunque el club le pagaba la estancia y una pensión (El Bar Simón, en la calle Fuertes Acevedo), pronto decidió que no debía pedir dinero a casa. Por ello encontró un trabajo que era compatible con los entrenamientos: reponedor en un centro comercial. Levantarse a las 5 de la madrugada y trabajar hasta las 10 de la mañana es algo que ayuda a ver cada entrenamiento como una oportunidad de tener una vida mejor.
Recuerdo con cariño y resquemor la primera vez que Armando disfrutó de la playa, la había visto, pero nunca había ido «de playa». Con cariño porque disfrutamos de un buen domingo en Salinas, partido de fútbol incluido. Con resquemor porque me picó un pez escorpión, fue algo que me persiguió siempre, ya que todavía hoy me pregunto que sería de aquel desdichado pez.
Al cumplir la edad juvenil alguien decidió que no daba el nivel para el filial y fue cedido al Hispano de Catrillón, que era un equipo puntero de Tercera División, presidido por Maximino Carneado, del que Armando recuerda las primas pagadas en billetes de cien pesetas. Esa temporada el filial azul descendió de Segunda B a Tercera y Armando regresó después de una buena temporada y de coincidir con un técnico que le marcó en su carrera, José Antonio Novo.
La temporada siguiente fue dispersa, combinar los entrenamientos con el servicio militar hizo que no fuera titular, algo que sí logró en la siguiente, también con Miguel Sánchez en el banquillo. Eso le dio la oportunidad de hacer la pretemporada con el primer equipo en la siguiente campaña. Al término de la pretemporada a Armando le tocó volver al filial, a las órdenes de José Antonio Novo. Un nuevo ejemplo del carácter que le hizo ser futbolista. En toda la pretemporada había tenido molestias en los isquios, al llegar a entrenar con el filial, la semana antes de empezar la liga, no comentó ese problema. Luego lo justificó «¡cómo voy a bajar de estar entrenando con el primer equipo y decir que no puedo hacerlo con el filial!». El filial debutaba ante el Salamanca, en la jugada del saque de centro Armando tenía que correr y peinar el balón, lo hizo y sufrió una rotura fibrilar que le mantuvo fuera del equipo tres semanas. Le costó una buena bronca de Novo por no avisar que estaba lesionado.
Fácil, fácil nunca lo tuvo. En el partido del Trofeo Principado que se disputó ante el Sporting en el Molinón, el entonces entrenador azul, Irureta, al referirse a él dijo: Alejandro. Nada muy importante para el despistado y cariñoso Jabo, salvo porque esa semana la prensa daba por hecha la contratación del lateral derecho del Burgos de ese mismo nombre.
Para que se produjera su debut en Primera nadie le abrió las puertas de par en par. Irureta no daba con un lateral, probó a Gaspar, incluso con Gorriarán y Sañudo en esa posición, pero seguía jugando Zúñiga. Sin embargo, el vasco sufrió una lesión en el talón de Aquiles y al Oviedo le «cayeron» cuatro en el Calderón. Armando recibió una llamada para que el lunes entrenara con el primer equipo. Esa semana debutó en el Carlos Tartiere ante el Osasuna, con victoria 3-1. Ese 5 de marzo de 1992 no lo olvidará. Dos detalles que recuerda, un caño a Spasic y una reprimenda de Martín Domínguez: «chaval para de correr que me tienes hasta los c…». Armando no se ganó un puesto en el equipo, pero jugaba, sobre todo en los partidos de casa.
Al final de esta temporada recibió la llamada de la Selección Olímpica, aunque finalmente se cayó de la convocatoria que en Barcelona ganó el Oro. Eso sí, puede decir que compartió habitación con Guardiola.
Con la llegada de Antic la cosa cambió, pero tampoco fue fácil. Armando siempre recordará que a su llegada el serbio le llamó y le dijo que no iba a ser titular, que había otros por delante, pero que siguiera trabajando que le llegaría la oportunidad. En el primer partido que dirigió Antic, una lesión en el minuto 20 hizo que Armando saliera al campo. Desde entonces fue titular indiscutible.
Una vez alcanzó el primer equipo no lo dejó. Sus internadas por la banda acabaron muchas veces con un certero centro a Carlos, que se encargaba de acabar la jugada. Eso sí, corriendo con la lengua fuera, lo que le costó un par de disgustos en forma de mordeduras y muchas fotos para la burla.
Su buen trabajo en el Real Oviedo le llevó al Superdepor, donde compartió vestuario con jugadores como Rivaldo, Djalminha, Mauro Silva, Fran… donde volvió a estar a las órdenes de Javier Irureta.
Curiosamente, volvió a coincidir con dos ex entrenadores azules, con Fernando Vázquez en el Mallorca y con Luis Aragonés en el Mallorca y luego el Sabio de Hortaleza se lo llevó al Atlético de Madrid a Segunda División. La etapa en el Atlético fue dura por la grave lesión de cartílago que, además de causar un importante dolor, le impidió jugar más de 13 minutos en la segunda de las temporadas en Primera, lo que no le impidió sumar 271 encuentros en la máxima categoría y 32 en Segunda.
Al final de su carrera Armando se afincó en Oviedo, ya que en esa ciudad hizo su vida. El gusanillo del fútbol lo mata entrenando a niños y nunca le ha llamado la vuelta al fútbol profesional, ya que lo que le gustaba era jugar y decir: «el fútbol es de los futbolistas».
Ramón Julio García
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