Textos publicados en los libros “Un derbi solidario”. 

Buenavista. Para los del Oviedo, la palabra es más que un barrio. Buenavista es fútbol, tardes de gloria y también de tristeza, pero siempre de pasión. La peregrinación quincenal a Buenavista, al viejo Carlos Tartiere, era cita obligada antes de que nuestro pequeño gran teatro de los sueños se convirtiese en templo de mercadeo. Y si quincenalmente las miradas de los ovetenses se giraban al suroeste de la capital, quienes allí vivían respiraban día a día las esencias del vetusto estadio. Que César Martín (Oviedo, 1977) viviese a la vera del Carlos Tartiere aseguraba que el chaval sería un fiel aficionado azul en la grada. Si, además, le pegaba bien al balón, las papeletas para formar parte de los privilegiados ya eran muchas. Y en el sorteo de la vida le tocó llegar a la primera plantilla del Real Oviedo antes de llevar en sus pies lo aprendido en El Requexón por España, Europa y el mundo.Desde una de las torres de Buenavista, pegado al fondo Este del estadio, César sintió desde el primer día la llamada del oviedismo. A través de la ventana y antes de cumplir seis años, se entusiasmaba cuando veía que se encendían las luces del Carlos Tartiere. La excitación seguía con la llegada, paulatina al principio, en masa más tarde, de los aficionados que acudían a la cita con su equipo. Demasiado joven aún para asistir a la grada, César seguía el partido desde su casa. Bueno, sólo medio partido, ya que únicamente se alcanzaba a ver la mitad del campo desde su ventana. Pero era suficiente. La preparación perfecta para acudir, ya con seis años, al estadio acompañado de su padre.

En el colegio de las Teresianas, César comenzó a dar sus primeras patadas al balón, emulando lo que veía los domingos sobre el césped del Tartiere. Como muchos de los chavales de la capital del Principado que pasaron por «El Requexón», la participación en el torneo de las Ursulinas, donde el Oviedo fichaba a sus futuros cracks, fue decisiva para que llegara al club en el primer paso posible, el equipo alevín B. Fue el primer peldaño de una escalera que César subió paso a paso hasta el final, hasta el primer equipo. Llegó con nueve años y se fue con 21 como uno de los mejores defensas centrales de España.

real-oviedo-cesar-martin-villar-296-mundicromo-sport-liga-98-99-football-trading-card-26599-pDesde su llegada a la cantera azul, César se dedicó a disfrutar y aprender. A disfrutar jugando y con la compañía de los amigos. A aprender técnica, táctica, fútbol en general. Pero también aprendió a convivir, a compartir, a ser amigo. Lo recuerda con alegría y con agradecimiento a cuantos entrenadores le ayudaron a convertirse en lo que fue y es. Pero guarda un recuerdo especial para Tensi, que fue como un padre para él. Para él y para todos, seguramente. Y allí hizo muchos amigos. La mayoría no salieron adelante en el mundo del fútbol, pero siempre mantuvieron el contacto. Más con Iván Ania que con otros. Con él compartió más tiempo que con nadie y pasó por todos los equipos de la cantera. Una etapa maravillosa que aún hoy evoca con una sonrisa.

Con 17 años, en la temporada 1994/1995, César alternaba su participación en el equipo sub 19 con el filial. Tan bien lo hacía que llamó la atención del entrenador del primer equipo, Radomir Antic, que lo hizo debutar en el centro de la defensa azul en un partido de Copa del Rey en Compostela. El equipo quedó eliminado, pero en la memoria de César queda grabada a fuego la sensación de compartir vestuario con sus ídolos: Luis Manuel (todo un referente, “sus consejos eran básicos, jugábamos en la misma posición”), Bango, Jerkan, Carlos, Berto, Armando, Prosinecki, Onopko, Jokanovic… Tantas estrellas en los ojos de quien todavía era casi un niño. Y con ellos siguió disfrutando y aprendiendo. “Con 18 año aprendes de todo. Aprendí a ser un profesional y a defender la camiseta”. Y esas ganas de aprender las mantuvo en su carrera, aunque ya hubiese llegado a la élite. César siempre quiso aprender.

WCCF0195Con 21 años, llegó la hora del salto a un equipo que se hacía un hueco entre los grandes. El Deportivo de La Coruña se codeaba con lo más granado del fútbol y aspiraba a todo en todas las competiciones que participaba. Como producto de la cantera, César cumplió a la perfección su papel. Después de defender la camiseta azul, su traspaso dejó algo más de mil millones de pesetas en las arcas ovetenses. Un dinero muy bien recibido que benefició a todos. El club obtenía efectivo y el defensa se alzaba a lo más alto del fútbol español de la mano de Irureta. “Soy del Oviedo, mi club desde la cuna, pero el Dépor es mi segunda casa”, afirma contundente César. De hecho, tres coruñeses comparten su vida, su mujer y sus dos hijos, así que en la capital gallega se siente como en casa y sigue atento la actualidad del conjunto de Riazor. Allí se encontró con una gran plantilla, unos jugadores espectaculares con los que consiguió una Liga en su primera temporada. Y la única del Dépor, así que César forma parte de la historia más grande de los gallegos. Un equipo que fue la alternativa al Real Madrid y Barça y que consiguió también la Copa del Rey a lo grande: ante el Real Madrid, en el Bernabéu y en el año del centenario del club merengue, el famoso `centenariazo´. Fue una experiencia “imborrable”.

Tanto como otras que le permitió vivir su estancia en La Coruña. Como las dos supercopas de España que adornan su vitrina. O la participación en una copa de la UEFA y cinco Champions, llegando en una ocasión a semifinales, permitieron a César jugar ante el Bayern en Munich; ante la Juventus en Turín; o, lo máximo, en Old Trafford ante el Manchester.. y ganando. Una época maravillosa que casi no daba tiempo a asimilar, con partidos miércoles y domingo, viajando, triunfando. Unos recuerdos que ponen una sonrisa complaciente en la boca de César.Cesar_012

Como la pone el recuerdo de la selección española, en la que, como en el Real Oviedo, César jugó en prácticamente todas las categorías. Y en la absoluta debutó en su primer año en La Coruña, con 21 años, de la mano de Camacho. Lo máximo, un auténtico sueño. En aquella ocasión le tocaba disfrutar y aprender al lado de auténticas estrellas. Compartió vestuario con Guardiola, Hierro, Nadal, Luis Enrique… Una oportunidad que no desaprovechó y repitió. Doce partidos y tres goles con La Roja, aunque en aquella época los resultados no eran los de ahora, pero “es para sentirse orgulloso”.

Ya retirado del fútbol activo, César se enfrenta a los banquillos. Sin prisa. Con la prudencia que le caracteriza y haciendo lo que siempre quiso hacer: disfrutar y aprender. Ha obtenido el título nacional de entrenador y el de director deportivo, pero va paso a paso, con calma. Su primera experiencia en los banquillos llegó de la mano de su compañero del alma, Iván Ania, en el Covadonga. En su papel de segundo entrenador, logró meter al modesto equipo de Los Castañales en una fase de ascenso a Segunda B. “Después de tanto años en ello, vuelves fútbol, de una forma u otra. No tengo urgencia, voy con calma y voy aprendiendo. Cuando llegue el momento, quiero estar bien preparado. Y tener tiempo para hacer también otras cosas”.

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Oviedista de corazón, César está dispuesto a ayudar al Real Oviedo. “El club está en situación de que lo ayudemos, no de que saquemos algo de él”. Hay que arrimar el hombro para pasar este bache (largo ya) y devolverlo a lo más alto. Y César estará siempre ahí, dispuesto a que otros disfruten de lo que él vivió en la cantera azul. Y cómo no, seguirá disfrutando y aprendiendo metido de lleno en la faena. Ya no lo ve a través de la ventana.

Pedro Pascual