Textos publicados en los libros “Un derbi solidario”. 

Uno de los partidos que más veces he recordado nunca lo vi. El responsable, el mismo al que debo mis primeros desvelos futboleros. El día de mi séptimo cumpleaños, mi padre me dejó en casa por motivos de seguridad o, en términos menos técnicos, “por si pasaba algo” en el derbi que después de trece temporadas volvía a cruzar al Oviedo y el Sporting en Primera. De las veces que hasta entonces lo había acompañado al Tartiere sólo me han quedado retazos sueltos: el gol de Carlos contra el Mallorca en la promoción, mi pasmo infantil ante la fijación de un compañero de grada por uno de los nuestros, un lateral con melena hair metal y desgarbadas piernas de adolescente a medio cocer, al que no paraba de gritarle “Mari Pili” cada vez que pasaba por la banda (Luis Elcacho, claro) y que, por la misma razón por la que Baltasar es el rey más reclamado en cada cabalgata, mi gran ilusión era ver marcar un gol a Thompson (dudo si nunca ocurrió tal cosa o se ha borrado de mi memoria).

Por eso aquel derbi es el primer partido de fútbol que puedo contar. Lo seguí por la radio, con la tripa empachada de tarta y unos enormes cascos con cable enrollado en la cabeza, de esos que hacían parecer un piloto de avión hasta a un crío enchufado a un transistor. La memoria me da para recordar la ilusión por el fútbol que se volvía a vivir en Oviedo, parecida a la de estas semanas, tras años de padecimientos. Pero el recuerdo de ese derbi no es más vivo por la radio o por la memoria, sino por la memorabilia, que dirían los nuevos accionistas anglosajones. Sepultado entre un montón de mortadelos, todavía sigue en casa un ejemplar de La Voz de Asturias del 9 de enero de 1989. “Tomás consigue un gol que el Oviedo esperó trece años” es el titular de la portada, debajo de una foto de Tomás, Berto y Gorriarán celebrando el gol como un título. Una fiesta en la que “los romeros vestían de azul” dice Joaquín Manasé en su crónica. Nada como el hambre de un recién ascendido para valorar aquel triunfo en un simple partido de Liga. Ante un Sporting «con etiqueta de favorito por los cuatro positivos en su casillero», contra el que «los aficionados oviedistas no las tenían todas consigo y los más sensatos apostaban por el empate» y después de aguantar unos cuantos años el cántico que mandaba a unos al Piamonte y otros al concejo de Mieres, aquel día el Oviedo terminó de volver.equipo1988-1989

Lo hizo con el entrenador que había tenido el Sporting cuando jugó su primera eliminatoria de la UEFA en Turín. Diez temporadas después, Vicente Miera era «el mejor entrenador de España y parte del extranjero» para Manasé. El otro héroe del día no se movía en el banquillo sino en el centro del campo. En la contracrónica desde la grada firmada por Rebustiello, este cuenta la clave del partido según un aficionado: «Es que hoy Tomás cambió las lentillas». Porque, aplicando una fórmula más sobada por la prensa actual, la Tomasdependencia de aquel equipo se volvió a demostrar en ese derbi: «Llegamos al minuto 81 y Tomás -San Tomás- hace de rey mago para los miles de aficionados oviedistas. El obús que no paró Ablanedo iba cargado de golosinas que se repartieron en las gradas con una alegría que no se puede describir».tomás-12

Ese gol decidió el duelo deportivo. Sobre el que libraron las aficiones Rebustiello cuenta que desde la llegada al estadio «la batalla de las gradas se reduce a alusivos e incisivos eslóganes (…) Pero también hubo tiempo para todos a coro entonar un emocionado Asturias patria querida». Por primera vez el Tartiere hizo «la famosa ola humana que pusieron de moda los mexicanos» y batió su récord de taquilla al llenar sus 23.000 plazas. Como decía Manasé en el párrafo final de su crónica: «Todo quedó en casa: los puntos y les perres».

Así acaba la historia tal como la he imaginado durante más de veinte años. Pero, como muchos ya sabréis, la nostalgia oviedista y Youtube hacen una adictiva mezcla en domingos de soltería, ratos muertos en el trabajo y noches de insomnio pegado al ordenador. Cuando en una de esas descubrí un resumen del partido, encontré la adaptación al cine de una novela ya leída unas cuantas veces: en color, con algunas novedades en la puesta de escena y un par de patadas de las que ya no se ven, ahí está todo junto al añadido familiar de la voz de Emilio Tamargo. Hasta entonces había disfrutado de ese partido gracias a un medio ya desaparecido, ahora podemos hacerlo gracias a otro que ni imaginábamos cuando se jugó. Disculpad si es una conclusión demasiado obvia. Me espera en «Vídeos relacionados» el 5-2 al Atlético y, seamos sinceros, a estas alturas ya sabemos todos que nada de lo que escriba va a mejorar a aquel otro golazo de Tomás.

Santiago Sánchez Segura